El Fuego Interno: La Búsqueda de Afecto y la Sanación Interior

Verificado
3 minutos
Un chico joven triste

Publicado por Estarlincito

Última actualización: 

Narucito luchaba por apagar el fuego del vacío emocional que lo consumía, buscando afecto externo, sin saber que la solución estaba en su interior.

Había una vez un niño llamado Narucito, que por fuera parecía como cualquier otro. Jugaba, sonreía, y era muy querido por todos. Sin embargo, dentro de él, algo ardía constantemente, como una pequeña llama que nunca se apagaba. Esta llama no era visible para los demás, pero Narucito la sentía todos los días. Era una quemadura en su interior, un vacío que lo hacía sentir solo, incluso cuando estaba rodeado de gente.

Narucito no entendía de dónde venía ese fuego interno, pero con el tiempo, se dio cuenta de que era el hambre de afecto que nunca había recibido de sus padres. Ellos, aunque presentes físicamente, siempre estaban ocupados, distantes, o preocupados por sus propios problemas. Narucito anhelaba sus abrazos, su atención, una palabra de consuelo, pero rara vez las encontraba. Así que, con el tiempo, comenzó a buscar ese afecto en los demás.

Creció intentando apagar el fuego dentro de él buscando la aprobación de sus amigos, sus maestros, e incluso de desconocidos. Respondía a los mensajes al instante, hacía todo lo posible por agradar a los demás, pensando que si los mantenía cerca, quizás algún día esa quemadura interna se apagaría. Sin embargo, cuanto más buscaba esa validación, más grande se hacía el fuego. Porque, aunque los demás respondían, nunca llenaban completamente el vacío que tenía.

niño en una calle caminando por la luna

El problema era que Narucito estaba buscando algo externo para sanar una herida interna. No se daba cuenta de que ese vacío no podía ser llenado con la atención de los demás. El fuego que lo quemaba solo podía apagarse cuando aprendiera a darse a sí mismo el afecto que tanto anhelaba.

Los años pasaron y Narucito, ahora adulto, seguía luchando contra ese fuego. No había logrado superarlo, y seguía sintiendo la necesidad de responder rápido, de no ignorar a nadie, como si cada mensaje fuera una oportunidad de llenar ese vacío. Pero el fuego seguía ahí, creciendo poco a poco, porque la verdadera solución no era externa, sino algo que debía encontrar dentro de sí mismo.

Un día, mientras miraba su reflejo en el espejo, Narucito se dio cuenta de que el fuego no lo estaba destruyendo, pero lo estaba consumiendo lentamente. Entonces entendió que, si no encontraba la forma de amarse a sí mismo, ese fuego seguiría ardiendo para siempre.

La historia de Narucito es un recordatorio de que, aunque busquemos afecto en los demás, la verdadera paz y sanación solo se encuentran cuando aprendemos a llenar nuestro propio vacío con amor propio.